CONCURSO LITERARIO ESCRIBIR A LA MANERA DE WILLIAM GOLDING Premios Cuento Seudónimo Nombre 1º Los buenos nunca mueren John Wine Manuel Sánchez Mena 2º El Laberinto Argonath Juan Diego Young 3º Montruos en el Pozo Cassandra Eliott Adriana Peveroni Menciones Cuento Seudónimo Nombre 1ª La Payana de los Héroes J. P. Cubish Valeria Rodríguez 2ª Miedo Compartido ZALO Martín Arellano 3ª Naufragio en el Yaguarí Bebe Andrés Pfeiff 4ª La Cola del Leopardo Angélica Juliana Goñi 5ª Rumores en el Seto Urbano Matías Federico Mateus 6ª True Nature Naja Arctica Vaja Djekic 7ª Las Variaciones de Golding Truro María del Carmen García 8ª El Puente del Dragón Alejandro Montesi 9ª El Secreto de la Tía Susana ISIS Carolina Cerrudo 10ª Un Comentario Entre Colegas Urbanometría Marco Gorgoroso El Hospital Británico en la certeza que la literatura constituye, en términos de formación e imaginación, parte esencial del bienestar humano, de su salud física y mental, de su plenitud como ser individual y colectivo, y en homenaje al centenario del nacimiento del escritor británico William Golding (Newquay, Cornualles, 19 de setiembre de 1911- Perranaworthal, Cornualles, 19 de junio de 1993); autor de la famosa obra “El Señor de las Moscas”, (premio Nobel de Literatura, y muy popular en muchas lenguas), llama a concurso de relatos a todos los residentes de la República Oriental del Uruguay. El premio estará regido por las siguientes bases: 1) Podrán concursar residentes en el país, cualquiera sea su edad y nacionalidad. 2) Los originales se presentarán por triplicado en papel formato A4 (o carta), escritos a doble espacio y por una sola cara del papel, acompañados de un CD con el texto en formato Word. 3) Los cuentos presentados deberán ser rigurosamente originales e inéditos. La extensión varía entre una carilla como mínimo y tres como máximo. Se pide que el cuento esté escrito a la manera de William Golging, esto es: en tema, estilo y tratamiento. Se entiende que esto constituye un incentivo para la creación y a la vez un homenaje a la memoria del gran escritor británico. 4) Cada autor podrá presentar cuantos originales desee, sometiéndolos a concurso bajo seudónimo y adjuntando un sobre cerrado en cuyo interior aparecerá: El título del cuento El seudónimo El nombre del autor La dirección, el teléfono y el correo electrónico 5) Se establecerán tres Premios: Primer Premio U$S 400 y 10 libros de Librería El Virrey Segundo Premio U$S 300 y 6 libros de Librería El Virrey Tercer Premio U$S 200 y 4 Libros de Librería El Virrey 10 menciones 6) El concurso podrá ser declarado desierto. 7) No se devolverán los originales presentados. Luego del Concurso, los no premiados serán destruidos. 8) El Jurado estará integrado por: Rafael Courtoisie (Escritor, Profesor Universitario, Crítico), Presidente del Jurado Manuel Eirea (Escritor) Lilián Brasesco (Coordinadora Cultural del Hospital) 9) Cualquier eventualidad no prevista en estas bases será resuelta por los organizadores y los honorables miembros del jurado. 10) Los originales serán presentados por correo a la siguiente dirección: Av. Italia 2420, Secretaría General. 11) La fecha límite para enviar los originales será hasta el 10 de octubre 2011. 12) Los títulos de los cuentos premiados y mencionados serán dados a conocer el jueves 17 de noviembre 2011 a las19 hs. en el Auditorio del Hospital Británico. Morales 2578 3er piso. EL SEÑOR DE LAS MOSCAS (Fragmento) 1. El toque de caracola El muchacho rubio descendió un último trecho de roca y comenzó a abrirse paso hacia la laguna. Se había quitado el suéter escolar y lo arrastraba en una mano, pero a pesar de ello sentía la camisa gris pegada a su piel y los cabellos aplastados contra la frente. En torno suyo, la penetrante cicatriz que mostraba la selva estaba bañada en vapor. Avanzaba el muchacho con dificultad entre las trepadoras y los troncos partidos, cuando un pájaro, visión roja y amarilla, saltó en vuelo como un relámpago, con un antipático chillido, al que contestó un grito como si fuese su eco; - ¡Eh - decía -, aguarda un segundo! La maleza al borde del desgarrón del terreno tembló y cayeron abundantes gotas de lluvia con un suave golpeteo. - Aguarda un segundo - dijo la voz -, estoy atrapado. El muchacho rubio se detuvo y se estiró las medias con un ademán instintivo, que por un momento pareció transformar la selva en un bosque cercano a Londres. De nuevo habló la voz. - No puedo casi moverme con estas dichosas trepadoras. El dueño de aquella voz salió de la maleza andando de espaldas y las ramas arañaron su grasiento anorak. Tenía desnudas y llenas de rasguños las gordas rodillas. Se agachó para arrancarse cuidadosamente las espinas. Después se dio la vuelta. Era más bajo que el otro muchacho y muy gordo. Dio unos pasos, buscando lugar seguro para sus pies, y miró tras sus gruesas gafas. - ¿Dónde está el hombre del megáfono? El muchacho rubio sacudió la cabeza. - Estamos en una isla. Por lo menos, eso me parece. Lo de allá fuera, en el mar, es un arrecife. Me parece que no hay personas mayores en ninguna parte. El otro muchacho miró alarmado. - ¿Y aquel piloto? Pero no estaba con los pasajeros, es verdad, estaba más adelante, en la cabina. El muchacho rubio miró hacia el arrecife con los ojos entornados. - Todos los otros chicos... - siguió el gordito -. Alguno tiene que haberse salvado. ¿Se habrá salvado alguno, verdad? El muchacho rubio empezó a caminar hacia el agua afectando naturalidad. Se esforzaba por comportarse con calma y, a la vez, sin parecer demasiado indiferente, pero el otro se apresuró tras él. - ¿No hay más personas mayores en este sitio? - Me parece que no. El muchacho rubio había dicho esto en un tono solemne, pero en seguida le dominó el gozo que siempre produce una ambición realizada, y en el centro del desgarrón de la selva brincó dando media voltereta y sonrió burlonamente a la figura invertida del otro. - ¡Ni una persona mayor! En aquel momento el muchacho gordo pareció acordarse de algo. - El piloto aquel. El otro dejó caer sus pies y se sentó en la tierra ardiente. - Se marcharía después de soltarnos a nosotros. No podía aterrizar aquí, es imposible para un avión con ruedas. - ¡Será que nos han atacado! - No te preocupes, que ya volverá. Pero el gordo hizo un gesto de negación con la cabeza. - Cuando bajábamos miré por una de las ventanillas aquellas. Vi la otra parte del avión y salían llamas. Observó el desgarrón de la selva de arriba abajo. - Y todo esto lo hizo la cabina del avión. El otro extendió la mano y tocó un tronco de árbol mellado. Se quedó pensativo por un momento.